sábado, 4 de junio de 2011

Un hombre con sombrero

1.

Muchos colores me persiguen. Por alguna razón yo estoy en blanco y negro. Se me hace imposible creer que con mis reales habilidades físicas sea capaz de escapar, sin embargo no me alcanzan. Parece una carrera eterna de velocidades idénticas. Jamás lograre huir. Jamás lograran teñirme. Me pregunto por qué no quiero ser pintado, pero solo escucho eco. Los colores viajan, como un misil, como un láser, primero como una flecha, que se ha ensanchando hasta copar todo el fondo. Ahora ya no parece una línea, sino un plano. En lo imposible de la carrera concluyo su estupidez, su infinitud improductible, señal más que suficiente para sospechar que el fin esta cerca. El camino desaparece, me encuentro ante un barranco, saltar o ser manchado. Por el impulso de la carrera el salto es amplísimo, la caída abismal, los colores van tiñendo todo el fondo a su paso, se asemeja a una catarata voraz. Me sostengo de una pluma gigante, una pluma con una gota de tinta en su punta de metal, una pluma negra con un detalle metálico plateado. Me aferro y bajo como girando sobre su eje, hasta su base. Un sombrero de copa, que al parecer se me había caído en toda la travesía cae elegantemente sobre mi cabeza. Los colores me invaden. Me pregunto ¿Será realmente que estaba huyendo?

2.

Estoy en un mercado, no se conoce el cemento en esa región. El polvo que se levanta al paso de los animales tristes le da al ambiente un punto nostálgico, como un recuerdo mal grabado, como un recuerdo no pasado. El fuerte sol golpea en nuestras espaldas, cansa más a lo animales y a su pesada carga y nos da la lógica sensación de dudar sobre todo aquello que vemos, pues lo creemos acaso espejismos, acaso algo muerto.
Esos reflejos de sol me guían a uno de los puestos en el mercado. Las altas columnas de madera sosteniendo aquella colorida tela rayada y llena de polvo le da un aspecto de salvación, sobre todo ante este sol incansable. Al entrar me encuentro con columnas de cajas, con muros de cajas, con cubos de cajas. Cajas y cajas por doquier. El sonido de mis pasos alerta a la tendera, una mujer joven, de anteojos, bella como las vírgenes de la india. Parece saber lo que necesito antes de pedírselo, me mira entre asombrada y alegre y se vuelve a meter entre las cajas, estas se van desordenando poco a poco a su paso, como tierra que se abre cuando una raíz busca salir a la vida. Aparece con su sonrisa amplísima, con una caja de cartón, con la nariz empolvada. Lo que sostengo continuación es un sombrero de copa, elaborado con una suerte de innumerables paños viejos, de colores terrosos que le dan al sombrero un aspecto antiquísimo y un color muy cercano al más neutro negro. Su mirada, como agradecida, me conmueve. Hace señas que me invitan a probármelo.

- ¡Bienvenido, hombre con sombrero!

- ¡Bienvenido! - repito, esperado alguna clase de magia.

Se me acerca con aquel rostro tan pícaro que me encanta.

- El Bienvenido eres tú.

------
Así fue como paso de un simple sueño a un personaje interior. En los otros sueños el hombre va madurando, va haciendose su propia vida e identidad, separandose de mi. Ahora tiene entre 40 y 50 años, es un tipo bonachon, con un sombrero de copa y una maleta llena de cuentos. Historias que se le escapan y se van volando. A él ya no le importa, esta rendido, como si huebiera sido derrotado. 
Entonces ¿Para qué presentarlo? ¿Para qué sacarlo de mi interior, donde se encuentra seguro? Tengo la impresion de que mi papel en todo esto es redimirlo. Salvarlo de un futuro que aun no pasa, redimirlo es su pasado que aun no es. O por lo menos darle una oportunidad. 

Es por ello que me retiro y los dejo con el del sombrero.

¡Bienvenido!


asyr!

domingo, 29 de mayo de 2011

El rey tejón los saluda

Casi nunca olvido mis sueños porque casi nunca duermo bien, mi viejo me ha dicho que no dormir bien hace que no se olviden los sueños, me gusta pensar que los sueños que olvido son los que rigen mi conciencia.

Escribo mis sueños en un cuaderno verde porque algunos terminan siendo las mejores cosas que he escrito, creo que nadie puede saber qué es lo mejor que ha escrito, creo que los juicios de valor arruinan muchas cosas.

Me gustaría ser escritor, mi amigo Alejandro me ha dicho que escribo bien y le creo, me gustaría saber en qué momento uno se vuelve escritor.

Cuando escribo nunca sé cómo lo hice, a veces me doy cuenta que estoy inspirado, mi amigo Alejandro y yo siempre hablamos de la inspiración.

He llegado a creer en las musas, he creído en muchas cosas cuando me lo he propuesto, aún recuerdo el instante en el que dejé de creer en mí mismo.

Descubrí que la inspiración llega en pequeños instantes de lucidez que se mantienen o fluctúan, mi amigo Alejandro y yo llamamos a esos instantes polillas, yo creo que también funcionan con ser feliz.

Estoy escribiendo esto en un cuaderno verde, pensar que sueño lo que escribo hace que piense que escribo bien, pensar que escribo lo que sueño hace que me lo tome muy en serio.


Hola, soy el Rey tejón